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Isabel Steva Hernández

El fantástico escritor

Publicado: 2014-04-20

Estaba leyendo unos cuentos de Cortázar cuando una llamada me sacó de aquel maravilloso ensimismamiento para anunciarme que Gabriel García Márquez había muerto. -Estaba viejo, muy delicado-, pensé. -De alguna forma sabía que ésta triste noticia pronto iba a ser anunciada-.

Dejé el libro que tenía en las manos y busqué en mi estante las historias tantas veces releídas. Sabía bien con cuál de los relatos iba a empezar: Ojos de perro azul. Otra vez escuché esos diálogos misteriosos, viví esa situación imposible, sentí ese amor que jamás sucederá. -Qué espléndido cuento. Qué grande eras… eres-.

Recordé la inmensa devoción que le tenía de niño. Sí, en mis primeros años de lector, García Márquez me parecía el mejor narrador. -Nadie como él. Nadie podía inventar sucesos así, historias así, personajes así. Colores como los de Macondo, sólo él-. Recordé que incluso solía soñar que lo conocía, que le pedía consejos: “¿Cómo ser un escritor, don Gabriel? ¿Cómo crear mundos tan fantásticos como los suyos?”

Mientras leía volvían algunos personajes, unos me recordaban a otros, y así desfilaban por mi cabeza: El coronel Aureliano Buen Día, legendario e imponente, saludaba frente al pelotón de fusilamiento; Santiago Nasar, trágico y agonizante, sostenía sus tripas que se le salían por el estómago; Remedios, la bella, hacía adiós con la mano mientras se elevaba en el cielo; Eréndira, más triste que nunca, se iba corriendo, escapando del atroz recuerdo de su abuela desalmada; y, allí otra vez, más hermosa que nunca, con su piel blanquísima y su largo cabello escarlata, Sierva María de todos los Ángeles.

-Cuántos grandes amigos gracias a ti, cuántas vivencias, cuántas mágicas aventuras… te debo tanto-.

García Márquez es tal vez, imagino que muchos sienten lo mismo, el primer escritor que me hizo amar la literatura. Con él me di cuenta desde pequeño que la vastedad de costumbres, creencias, supersticiones y mitos que conviven en nuestro continente no son una desventaja, un atraso; son nuestro mayor tesoro. Las muchísimas culturas de Latinoamérica generan un mundo mágico, único e inagotable. Los libros que ha dejado el escritor colombiano estarán siempre ahí para demostrarlo.

En los medios de prensa y las redes sociales los mensajes, pésames y lamentos, parecen infinitos. Las frases, los recuerdos, las anécdotas y las recomendaciones se atropellan, se suceden unas a otras. -¿Va a estar más vigente, lo van a leer más y más? Espero que sí, espero que todo este vendaval no sea simplemente fruto del esnobismo-.

El mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leerlo. Los libros de Gabriel García Márquez estarán esperándonos siempre para recordarnos que la variedad no es un defecto, es la semilla más fecunda para sembrar creatividad.


Escrito por

Jaime Bueno

http://agujerointemporal.blogspot.com/


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